martes, 24 de junio de 2014

Quiero ayudar a un amigo en duelo

Fuente: Instituto Ipir

Acompañar desde la compasión es difícil porque requiere la disposición interna de ir con los otros, allí donde se sienten débiles, vulnerables, solos y rotos. Nuestra respuesta espontánea al sufrimiento del otro, es intentar apartarle de él, huyendo o buscando una solución rápida. Como personas de apoyo, amigos o profesionales ocupados, activos y relevantes queremos sentirnos bien haciendo una contribución real efectiva. Es decir, que lo primero y más importante es intentar hacer algo que muestre que nuestra presencia realmente marca una diferencia. Y así ignoramos nuestro mayor don, que es la capacidad de entrar con compasión en el dolor de aquellos que sufren.

Henri Nouwen
"El camino del corazón"


Acércate a la persona en duelo. Muy a menudo, cuando un amigo está en duelo, tenemos el impulso natural de acercarnos, pero nos detiene no saber qué decir o qué hacer que sea apropiado. La incomodidad, no tener respuestas al dolor, el miedo a decir algo impropio a veces nos hacen replegarnos e incluso evitar el contacto. Eso hace que la persona en duelo se sienta más aislada e incomprendida. A pesar de no tener las palabras ni el gesto adecuado es importante acercarnos con cariño y humildad: el mero hecho de dar nuestra cálida presencia, a menudo silenciosa, es ya una ayuda para la persona en esos momentos.

PUEDES DECIR
Me gustaría mucho decir algo que alivie tu dolor,
pero no encuentro las palabras.
Pero quiero que sepas que estoy aquí
y que pienso en ti muy a menudo.

A la gente no le gusta escribir cartas de condolencia y tienen miedo a no encontrar las palabras adecuadas y de no saber que decir que pueda servir de consuelo. Y muy poca gente se da cuenta de que cuando has perdido a un ser querido estas cartas son como una bendición. Las cartas que llegaban de los amigos y conocidos de Jorge hacían mi día más memorable. Me hacían llorar. Me hacían sentir cerca de él. Me hacían sentir como si el amor de los que me querían me llegara a mi...

Las mejores eran las más largas, las más concretas, las que mencionaban algún recuerdo que el amigo guardaba de una forma esencial y las que me explicaban alguna historia de Jorge totalmente desconocida para mi. Otras, las frías e inexpresivas, llenas de frases hechas, son las únicas que me hacían daño.

Antes, yo misma me habría negado a escribir cartas de condolencia pensando en qué cosa más horrible hacer recordar cosas dolorosas, como si fuese echar sal a una herida abierta.

Pero hoy sé que eso no es así. Agradezco estas cartas como un tesoro muy apreciado, y el dolor que siento al releerlas siempre se mezcla con sentimientos de amor y gratitud.

Rosa, madre de Jorge



Errores más comunes. Queremos compartir contigo los errores más comunes que se cometen al intentar acompañar a personas en duelo. Son frases hechas, tópicos y falsas creencias que hemos aprendido de nuestra sociedad y que reflejan la dificultad que tenemos para estar presentes, sin querer minimizar ni negar el dolor del otro sino, simplemente, haciendo compañía.


LO QUE NUNCA DEBES DECIR
Sé fuerte
Anímate, hazlo por tus hijos...
Distráete que te irá bien
No llores más que te estás torturando
La vida continua
Es ley de vida
Resígnate. Ha sido voluntad de Dios
Ahora ya no sufre
El primer año es el peor, luego ya verás...

Muéstrate dispuesto a escuchar. La persona en duelo puede que tenga ganas de hablar sobre lo que ha sucedido, las circunstancias de la muerte, su soledad, culpa, enfado o simplemente recordar y rememorar el tiempo vivido. También puede ser que en ese momento no desee hablar de todo esto y agradezca que le propongas alguna actividad de distracción. La única manera de saber qué es lo adecuado en ese momento es preguntárselo a la persona.

Es la primera vez desde la muerte de mi mujer que siento que alguien escucha de verdad.
He contado más en estos diez minutos aquí que lo que le he contado a mis amigos y a mis hijos en los dos años que hace que se murió.

José en el primer día de su participación en el grupo de apoyo.

Interésate por lo que piensa, siente y le preocupa. Enseguida notarás si tu amigo/a desea o no hablar de sus sentimientos. Si lo desea, el mejor regalo que puedes hacerle es escuchar en silencio, sin intentar minimizar, aconsejar ni paliar. Hazle alguna pregunta interesándote por lo que cuenta. El arte de escuchar es el arte de hacer buenas preguntas.
Si se emociona al contarte lo que vive, no intentes evitar o parar su expresión. No te preocupes: llorar no hace daño a nadie. Lo que hace daño son las lágrimas no vertidas, que se pudren dentro del corazón, cerrándolo.

No puedo mencionar su nombre en casa. Me dicen que me calle y que me estoy atormentando inútilmente. Mi marido especialmente se enfada si me ve mal. Me dice que eso no sirve para nada, que ella no regresará. Cuando le pido que me acompañe al cementerio, que es mi único consuelo, me dice que estoy loca, que no voy bien y que no sirve para nada. Sólo por las noches cuando el ya duerme, lloro abrazada a la almohada, procurando no hacer ruido.
Déjame llorar, si no sabes qué decirme, abrázame.
No me critiques por mi manera de expresar mi dolor.
Y si tú estás triste también, estoy dispuesta a escucharte.


Apoya la expresión ritual. Los símbolos o rituales nos permiten expresar aquello para lo que no tenemos palabras. Los objetos, las fotografías, los días especiales, el funeral, una música, ayudan a la persona en duelo a conectar con recuerdos y sentimientos. Este reabrir el dolor no debemos verlo como una recaída o algo que se deba evitar, sino como una nueva oportunidad de reexperimentar el dolor y de encontrar nuevos significados que nos ayuden a aceptar lo sucedido. Acompañar a nuestros amigos al cementerio, a revisar el álbum de fotos a pasear por los sitios que traen recuerdos es una buena manera de ayudar y facilitar la elaboración del duelo. Al servir de apoyo y compañía, esos objetos, símbolos o ritos, pueden facilitar a la persona en duelo la elaboración de una nueva narración de lo sucedido, con significados más aceptables, que permitan la restauración del sentido de conexión, plenitud y paz.

Cuando murió mi hijita de tres meses no me dejaron estar con ella después. Me hubiera gustado acariciar su cuerpo por última vez y despedirme: ¡le hubiera dicho tantas cosas!
El médico me dijo que volviera a casa e hiciera mi vida como si esto no hubiera sucedido. "Imagínate que no has tenido ningún hijo y que estás comenzando tu vida de pareja: eres joven y tendrás otros hijos"- me aconsejó.
Cuando llegué a casa a la mañana siguiente habían sacado todas sus cosas: la ropita, la cuna y sus primeros juguetes. Han pasado muchos años, he tenido otros hijos, pero el recuerdo de mi pequeña siempre estará conmigo.
Dejad que las madres estemos con el cuerpo de nuestros hijos si lo necesitamos.
Todo el dolor que podemos expresar ahí nos libera y alivia. Dejadnos guardar las cosas el tiempo que necesitemos, nos ayuda a conectar con nuestro dolor, el sentido de lo que hemos vivido y mantener el recuerdo. No hagáis como si nada hubiese pasado. Aunque nuestro hijo haya muerto, tuviera la edad que tuviera, sigue siendo nuestro hijo.

Margarita, madre de Elisabeth


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